El valor de la vida no es un concepto abstracto, sino una realidad que se manifiesta en los rostros de los más vulnerables: el niño en el vientre materno, el inmigrante que busca un hogar, la madre que lucha por sacar adelante a su familia. Cada primer sábado del mes, fieles de diferentes parroquias de la Diócesis de Paterson se reúne en la Iglesia Santa Margarita de Escocia en Morristown para celebrar la Eucaristía Pro-Vida y rezar el Santo Rosario, ofreciendo un testimonio vibrante de fe y defensa de la vida.
El Obispo Kevin Sweeney ha sido un pilar en esta misión, animando a los presentes a vivir su vocación cristiana con valentía. En una de sus últimas homilías, subrayó con fuerza: “La defensa de la vida abarca desde el niño en el vientre materno hasta nuestros hermanos inmigrantes, quienes merecen respeto y dignidad como seres humanos”. Para muchos de los asistentes, especialmente inmigrantes, sus palabras fueron una fuente de consuelo y esperanza dados los momentos difíciles que se viven recientemente.
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La celebración alcanza su momento más conmovedor con la procesión provida. Portando carteles con mensajes de defensa de la vida, los fieles recorren las calles en un acto de oración y testimonio. Frente a la clínica de aborto (Planned Parenthood), el rezo del Rosario se convierte en un clamor silencioso por la protección de los no nacidos y la conversión de los corazones. Aunque algunos transeúntes reaccionan con indiferencia o incluso oposición, los fieles permanecen firmes, respondiendo con oración y amor. Al regresar al templo, los fieles se congregan con reverencia para recibir la bendición final con el Santísimo Sacramento, un momento que, sin duda, les recuerda que sus esfuerzos no son en vano, sino parte de un llamado mayor a amar, proteger y defender la dignidad de cada ser humano.
A lo largo de los años, la perseverancia de esta comunidad ha sido inquebrantable. Ni el frío ni la lluvia han detenido a quienes, con fe y determinación, han hecho de esta Misa Provida un compromiso ineludible. Familias enteras participan, enseñando a las nuevas generaciones que defender la vida es un deber moral y cristiano. En una sociedad donde tantas veces la vida es desechada o vista como una carga, este testimonio cobra una importancia aún mayor. Ser provida significa celebrar y acompañar la vida en todas sus etapas, desde el vientre materno hasta la vejez, asegurando que nadie quede solo en su camino.
Ahora bien, es necesario expresar que esta misión no se limita a un solo día de oración y procesión. Ser verdaderamente provida es un compromiso que va más allá de las palabras o de los actos visibles. Se refleja en la acogida que ofrecemos a las madres embarazadas, en la manera en que incluimos a las familias en nuestras comunidades parroquiales y en el apoyo concreto que brindamos a quienes enfrentan dificultades. No basta con proclamar el valor de la vida; es necesario demostrarlo con hechos, generando una cultura donde toda persona, sin importar su edad, condición o situación, sea acogida con amor y respeto.
En definitiva, esta celebración diocesana es mucho más que un evento mensual. Es un signo de esperanza, un llamado a la acción y un testimonio del compromiso de nuestra diócesis en la promoción y defensa de la vida. Tú también puedes ser parte de esta misión. Únete en oración y acción cada primer sábado del mes. Seamos, juntos, voz de los que no tienen voz!
