El 13 de febrero, la Parroquia del Sagrado Corazón y Nuestra Señora Reina del Santísimo Rosario en Dover fue testigo de una noche de profunda fe, solidaridad y, sobre todo, de la confianza en el Evangelio que no excluye a nadie, sino que une y da esperanza.
A las 7 p.m., en una iglesia completamente llena, la comunidad se reunió para celebrar una Eucaristía bilingüe en solidaridad con los inmigrantes, una iniciativa liderada por el obispo Kevin J. Sweeney y sacerdotes de la Diócesis de Paterson. En estos tiempos de incertidumbre, la Iglesia local de Paterson se ha manifestado como un refugio de esperanza y comunión para aquellos que enfrentan los desafíos de la migración y todo lo que ello conlleva.
Durante la homilía, el obispo Sweeney recordó a los fieles que “todos somos peregrinos de la esperanza” y que, al igual que el pueblo de Israel, los inmigrantes de hoy caminan en la fe en busca de una vida mejor. Inspirado en una reciente carta del papa Francisco a los obispos de los Estados Unidos, el obispo enfatizó que la migración es una realidad que interpela a la Iglesia, llamándonos a ser comunidades acogedoras que reflejen el amor de Cristo.
El obispo Sweeney compartió cómo el Santo Padre, en su carta, nos recordó que el mismo Jesucristo experimentó la realidad del exilio cuando, junto con María y José, tuvo que huir a Egipto. “Jesús comprendió el drama del inmigrante”, afirmó el obispo Sweeney, resaltando que, como cristianos, estamos llamados a acoger a Cristo migrante en nuestros corazones, familias y sociedades. También evocó las palabras del papa Pío XII, quien en 1952 habló de la Sagrada Familia como modelo y fuente de consuelo para todos los refugiados y peregrinos a lo largo de la historia.
Al final de la Eucaristía, se expuso el Santísimo Sacramento, marcando un momento profundo de oración en el que feligreses de múltiples parroquias dentro de la diócesis, e incluso de más allá, elevaron sus plegarias por la comunidad inmigrante.
“No podemos avanzar sin la ayuda del Señor”, dijo el obispo, recordando a todos que, en la travesía por el desierto, tanto físico como espiritual, es el Señor quien nos sostiene y fortalece. Confiando en esta verdad, los fieles se arrodillaron en adoración, ofreciendo a Cristo sus deseos y preocupaciones, orando de manera especial por todos los inmigrantes necesitados de esperanza, creyendo firmemente que “con Dios, todo es posible”.
Este momento de oración y comunión ha sido de gran importancia para la diócesis, recordándonos la necesidad de orar unos por otros. Esta es solo una de las muchas noches de oración que se llevarán a cabo en toda la diócesis, anunció el padre Duberney Villamizar, vicario para Asuntos Hispanos. Como nos invita el papa Francisco, estamos llamados a ser una Iglesia samaritana, una Iglesia que acoge, acompaña y apoya a quienes más lo necesitan. Que cada noche de oración nos inspire a vivir con mayor compromiso y amor fraterno, para que realmente nos convirtamos en comunidades que oran, viven y celebran a través de la maravillosa experiencia de la hospitalidad y la acogida en Cristo.
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